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Colaboración especial de Astrid Arellano


El cuerpo humano, con todas sus posibilidades, es increíble. Ver los movimientos de dos cuerpos mostrados tal y como son, sin disfraz de mujer y hombre, nos hizo ratificarlo; Magdalena Leite y Aníbal Conde bailaron, bailaron y bailaron, hasta que nosotros (y ellos mismos), olvidamos que estaban desnudos, pero solo de ropa, porque el ritmo los vistió de pies a cabeza. Conversamos con ellos:


--¿Cómo nació la idea de hacer Dance Dance Dance?


M: Nace de un encargo, una invitación del Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) a trabajar con el Colectivo A.M., del que formamos parte. La pregunta que nos planteó el museo fue ‘¿cómo se archiva la danza?’, ese fue el punto de partida y ahí fue que nos pusimos a investigar, y nosotros decidimos hacer la pregunta al revés, es decir ‘¿qué danzas solo existen en un material que se pueda archivar?’ Rápidamente llegamos a las danzas de las películas, y nos interesaba mucho la idea de que quizás esas danzas nunca se bailaron en vivo, nunca se bailaron como las vemos en la película, porque son ediciones, se eligen los mejores momentos y arman una danza ideal, perfecta. Entonces queríamos jugar un poco con eso, ¿qué pasaría si esas danzas se hicieran casi como un Frankenstein?, ¿si se hicieran en vivo, en tiempo real, con el tiempo secuencial y en cuerpos de carne y hueso?  


A: Yo vengo del cine, y me interesaba también ver qué lugar ocupa la danza en el cine, y llegamos no a una conclusión, pero sí a algo que se repite bastante y es que en el momento en el que existe la danza en las películas, es un momento de ilusión, de distensión, un lugar bastante separado de lo que viene siendo la trama o la drama, y para contraponer eso, y también avisándole al público, pusimos el cuerpo desnudo. Porque frente a los cuerpos luminosos y toda la ilusión del cine, la manera de contraponerlo era eso, llevar a los cuerpos desnudos en escena bailando esas danzas tan típicas y tan memorables, tan populares.


--En lo personal, los vi divertidísimos en escena, y eso, como público lo agradecemos porque nos lo transmiten. Yo noté al principio algunas caras de pudor, que es normal, pero llega un momento en que ese pudor desaparece y empezamos a conectarnos y a disfrutarlo; ¿qué sienten ustedes en el momento en el que empiezan a bailar desnudos, sin algún disfraz que puedan tener impuesto?


M: Por un lado, otra de las premisas con las que entramos con el colectivo al museo, era que de pronto está un poco de moda la danza en los museos y a nosotros nos interesaba poner en relieve el cuerpo, otro de los ejes principales del trabajo era hacer hincapié en el cuerpo. Entonces, un poco respondiendo a la pregunta del museo de dónde se archiva la danza, nosotros llegamos a la conclusión de que se archiva en el cuerpo, entonces, desde ese lugar, empezamos a pensar qué pasaría, dónde está verdaderamente nuestro cuerpo o por qué nos movemos como nos movemos. Desde ese lugar, nos empezamos a dar cuenta de que en realidad nosotros estamos cargados de representaciones que hemos aprendido, gracias al cine, gracias a la televisión, a los videoclips, a MTV, a la cultura de la imagen, que nos ha impregnado de maneras de movernos, y nos damos cuenta de que esas maneras de movernos, de alguna forma nos visten. Entonces, el cuerpo desnudo ya no está tan desnudo y desprovisto cuando sientes que las coreografías te están vistiendo, y por otro lado, también sucede esto que cuando repites tu nombre y que después de varias veces ya no tiene sentido, bueno, sentimos que con el desnudo pasa un poco lo mismo; después de diez, quince minutos de ver estos cuerpos bailando sin ningún reparo de que realmente están desnudos, te olvidas del desnudo. No sé si a ustedes les pasa, pero nosotros nos olvidamos realmente de que estamos desnudos y es lo que toca ser. También nos protege de alguna manera nuestra forma de trabajar en la danza que es, pensar que estamos cubriendo una tarea; nos toca bailar la danza de Pulp Fiction de esta manera y no hay más, no hay ningún pudor porque esa es la tarea que hay que cumplir, en algún sentido. Y también que tuvimos el cuidado de no hacer un desnudo que fuera consciente, no es que estamos desnudos y queremos escondernos y queremos evitarlo; no, estamos desnudos, somos cuerpos y bailamos como bailamos. No hay ninguna intención de que el desnudo sea estético o sea pudoroso, y creo que eso hace también que la gente entre en lo que le estamos tratando de decir, que es que todos tenemos un cuerpo y que todos podemos bailar, y que todos nuestros cuerpos han sido formateados, moldeados por todas estas imágenes, que somos archivos vivos; más que cuerpos desnudos, somos archivos al desnudo.


A: Totalmente, y bueno, la respuesta del público que hemos tenido, en varias ocasiones, es que al principio de repente les viene un poco de pudor, miran hacia otro lado, pero rápidamente como son danzas muy reconocibles, más allá de que hayas visto o no la película, el paso te suena y terminan por vestir esos cuerpos con la memoria que tienen de esa imagen, entonces ya el cuerpo desnudo en sí pasa no a un segundo plano, pero sí deja de ser esa cosa incómoda o morbosa que les pueda parecer al principio.


--Nos damos cuenta, al verlos en escena, de que hay ciertos momentos en los que no hay música y aparece un silencio, pero que tampoco es un silencio total, porque estamos escuchando sus respiraciones, sus conteos, a veces cantando, sus cuerpos sonando; platíquennos al respecto.


M: Ahí me gustaría decir dos cosas. Una, volviendo también al origen de la pieza, la decisión que tomamos en un primer momento, era que solo se podía trabajar con el cuerpo, en ese sentido, ahí quedaba eliminada la música, cualquier reproductor de música, cualquier proyección, cualquier objeto que no fuera el cuerpo estaba prohibido. Nos pusimos entonces en un problema porque no habría ningún tipo de sonido, pero bueno, tenemos el ritmo, tenemos el cuerpo que suena, y nos dimos la libertad de poner una canción, también llegando a la conclusión de que la voz también es cuerpo. Y después, ya más a nivel compositivo y de reflexión, hay una influencia muy grande en nuestro trabajo del director de cine Jean-Luc Godard, que él hace un juego con el sonido en todas sus películas, como que tiene la capacidad de jugar con el sonido que se ve en escena, con voces grabadas en off, música extra de la que no vemos la fuente sonora, y eso no motivó mucho para jugar en el mismo sentido con la escena. Entonces usamos soundtracks de películas, y están cortados de manera muy abrupta, y no está tan cuidada la calidad del sonido porque son sacadas directamente de las películas de Youtube, o sea, nosotros las sacamos y las editamos, y en algún sentido estamos dialogando un poco con lo que Godard proponía. O esa es nuestra idea, pero sí de lo que él nos ha enseñado, cómo llevar esos recursos del cine a la escena.


--Están en Sonora, en su sentido literal, ¿qué se siente venir a bailar al desierto?


A: Pues estuvimos hace dos años con el colectivo en un proyecto más grande que se llamaba ‘El pulpo’, dimos talleres y tuvimos un recibimiento de parte de los chicos muy lindo. De alguna manera, volver a presentar esta pieza en Hermosillo, frente a toda esta gente tan querida, ha sido algo muy lindo.


M: Nosotros ya nos sentimos en casa, en Hermosillo, sin duda. Esa experiencia en el 2013, que estuvimos quince días en la Unison dando talleres y presentando funciones, nos integramos totalmente a la banda de Hermosillo y reencontrarnos. Además es un público increíble, es un público muy participativo, muy inteligente, abundante también. Estamos muy contentos, y muy contentos también con la organización del festival, que ha sido, de verdad, de las mejores experiencias que hemos tenido en festivales, desde toda la gestión hasta ahora que estamos aquí, y nada, felices. Tienen una ciudad hermosa, tienen un estado hermoso; conocemos Bahía de Kino, y también nos encanta el Club Obregón.


A: El desierto tiene algo, y es que yo nací mirando -quizás toda Latinoamérica- las películas de Estados Unidos, y todos los cowboys están en el desierto, y estamos en el desierto. Entonces es el lugar como de mi infancia, de las películas que miraba cuando era chico.


--¿Qué se llevan del desierto?


M: Nos llevamos mucho amor, mucho entusiasmo. La pieza que acabamos de ver (Yonke, de producciones la lágrima) a mí me motiva muchísimo, me empiezan a surgir ideas y me voy con ganas de seguir trabajando.


A: Sí, totalmente, yo creo que hay un diálogo. Viendo ahora esta pieza, de Adriana Castaños, creo que hay un diálogo entre lo que hacemos y eso es increíble.


M: Eso es fuerte; sentir que sí estamos en el mismo canal, todo lo propuesto en esta pieza tiene que ver con nosotros, nos resuena desde muchos lugares. Estamos haciendo proyectos muy parecidos desde otra estética quizás, pero estamos dialogando, por eso nos sentimos en casa.